Ayer por la noche, mi tía Socorro, a quien no habré visto más de diez veces en toda mi vida, generalmente en bodas, comuniones y bautizos; ayer mi tía Socorro, que la única vez que se dirigió a mí fue para felicitarme por el nacimiento de mi hija (tres meses antes de que naciera); ayer por la noche mi tía Socorro, que me trata con la distancia propia de un semáforo cuando coincidimos por la calle, como si le recordara a alguien lejano y no a una de sus cuatro sobrinas; ayer mi tía Socorro, cuya existencia me resulta recíprocamente ajena, dio por fin señales de vida. Sí. Dio señales de vida. A la una menos cuarto de la madrugada recibí un WhatsApp suyo que decía: “Tenemos 36 horas para frenar este gravísimo ataque de Manuela Carmena contra los católicos. El Ayuntamiento de Madrid ha organizado y financiado una función de teatro semi pornográfica que veja nuestras creencias: actores totalmente desnudos vestidos de penitentes, simulando procesiones de Semana Santa. La obra se llama Dios tiene vagina y se estrena hoy. ¿Me ayudas a parar este ataque?”. Cuando leí esto lloré. Lo de menos era el contenido y que fuese un mensaje tipo pásalo. Lo importante era que la tía Socorro se había acordado por fin de su sobrina.
Un saludo para mi querido amigo óscar, una de los escritores con más proyección que está irrumpiendo en el mundo literario. Me encanta como de un hecho tan aislado y banal de un whatsapp de cadena es capaz de hacer una crítica social. Muy de la línea de “últimos días de maternidad”.
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